Aroma a salitre


9:30 .- La decisión estaba tomada: Hacia el océano. Pero nos acercaremos al agua salada por otra con diferentes características, dulce, vaporizada y espesa.

  11:00 .- Rodeamos Vigo y subimos al monte Alba. Empapo los ojos de mar, las islas Cíes, la ensenada de Baiona con cabo silleiro al fondo...



  Disfruto, primero estirando las piernas y mirando; luego lo hago sobre la moto entre curvas y aroma costero para la carburación de ella y mis alvéolos pulmonares.

 



  12:00 .- Pasado Panxón teníamos ganas de pista y llagamos a Monteferro. Se trata de una montaña peninsular rematada por las islas Estelas.

 

  Por aquí estuvo situada una batería costera hasta 1970. Curioseo entre sus restos.

 

   Disponía de varias edificaciones, bunker y polvorín.

  Tres cañones de 6300 kg de acero se encargaban de enviar obuses a 13 km.

  Pisteamos cerca de unas aguas hoy muy serenas. En la cumbre se alza un monumento dedicado a todos los navegantes. Ahora la sensación de soledad es tan absoluta que casi hasta un insecto hace compañía.


 


  Bajamos. En el istmo y en toda la costa que recorro sobresale el inconfundible olor a mar…

   ...aroma que resulta de la mezcla de sustancias químicas propias de la sal, los peces o la arena y rocas húmedas…

     ...pero lo que destaca y caracteriza a este perfume es el sulfuro de dimetilo, un gas producto de la descomposición bacteriana de una sustancia muy abundante en las células de las algas microscópicas del fitoplacton.

   Ajeno a tanto cientificismo que intenta romper la poesía olfativa que nos envuelve, seguimos rodando para detenernos un instante a observar la iglesia de Panxón.


  13:45.- Baiona. El colín apunta al recinto amurallado del parador de Monterreal…
    ...y la pantalla a la carabela La Pinta en la que Martín Alonso de Pinzón atracó aquí el 1 de marzo de 1493. Esta localidad fué la primera en conocer la existencia de otro continente.

  Dejamos amarrada esta réplica, visitable, para subir al cercano promontorio de la Virgen de la Roca.

  Por el interior de su manto, unas escaleras interiores permiten acceder al barco-mirador que sostiene en su mano. Pueden “embarcar” hasta cinco personas.
  A sus pies lleno el depósito con media empanada de zamburiñas y una cerveza de marca blanca. No cambio las vistas por un menú mas consistente y exquisito.



  15:30 .- Unos kilómetros de carretera costera y trepamos al radio-faro de cabo Silleiro, el último faro antes de Portugal. Su linterna alcanza unas 50 millas marinas.



  El Atlántico es hoy una lámina plateada, pero siempre impone un punto inquietante de respeto.

  En sus cercanías encontamos restos otra antigua batería costera, la “J-4”.
  Entre sus instalaciones ruinosas los cargadores de sus cuatro cañones fueron tapiados…

    pero el extremo de los cañones quedaron de esta guisa:

  Bajo tierra hay varias galerías con 200m de túneles.
  Intimidan estas galerias. De hecho circulan por la red psicofonias grabadas en su interior.

  Cuestiones esotéricas aparte, por aquí sucedieron hechos duros, algunos no hace mucho. Curioseamos un poco mas y partimos.


  Nos despedimos del orgulloso faro actual y volvemos a la costa a visitar los restos del antiguo.




  Las aguas estan excesivamente mansas para lo que es habitual en esta costa. Algunas veces resulta esta  carretera un tunel de lavado.

        


  Mientras regreso por la insulsa autovia voy recordando los guapos lugares del día
.
  18:15 .- Ha estado bien la ruta. Meto la moto en el garaje. En este momento ya luce un potente haz de luz giratorio por la parte del océano que hemos dejado atrás... 
:ch)

   Diciembre 2016

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