¡Gracias, otoño!


Siempre se siente algo de emoción al salir en moto y especialmente cuando hace ya demasiado tiempo desde la última vez. ¡Buff!, casi tengo que leer el manual para encontrar el botón rojo que despierta a los pistones y sensaciones que parecían olvidadas.
Apenas cincuenta metros de casa  y ya están las ruedas rebozándose en pista de tierra.

Pronto toca saludar a un amigo centenario, un castaño cercano al camino. El bosque luce esplendido.


Retuerzo el puño con sentimiento de gratitud, es un privilegio estar bien. El día está nuboso pero cuando las nubes dejan pasar algunos rayos de sol, el ambiente se vuelve mágico.

Ahora toca tirar de freno. Recojo del suelo unas manzanas que en breve me las pedirá otro amigo. Esté es más joven que el castaño.


Un poco más de recorrido de suspensiones y todo sería perfecto, las secuelas de la lesión se llevan mal con los topes de suspensión. Todo irá mejor, sin duda.
 
La estampa de “Haragan” anestesia las molestias. Da buena cuenta de las manzanas, es un animal noble y agradecido.


Hablando de gratitud: Mi reconocimiento a los “africanos” que se pusieron en contacto conmigo (llamadas, mensajes, foro, posts…) para interesarse y darme ánimos tras una fractura y complicaciones hospitalarias.
¡Gracias pues, compañeros!

Las visitas al hospital y a casa de Juan Carlos (Ceibe) y Eusebio (Sebito 5) han sido un chute de amistad y energía extra importantísimo.

Así de contentos hacemos un tramo de asfalto, también aderezado de otoño, para llegar a la impresionante zona de Peilán  en el entorno del río Arenteiro. Mejor unas imágenes que miles de palabras:



Salimos de allí moto y piloto con una reverencia. La presa-cascada daba servicio antigua fábrica de papel de Lousado. Un murallón impide hacer mas fotos que la de su portalón y capilla. 


Recién pisamos el asfalto este se llena de agua. La lluvia quiso sumarse al reestreno pero fue benévola y se retiró pronto.

Pese a las ruedas mixtas las curvas de la estrecha línea de asfalto son divertidas. Y mas felices estaban pastando las reses, hierba húmeda y por fin ya sin moscas.


En este punto de la carretera aparece una metáfora de la vida: Con cierto equilibrio y un mínimo de sentido común  pero hay que exprimirla con intensidad.

Sorprende ver hórreos todavía con su uso tradicional. Aunque este por su tamaño debe pertenecer a la Iglesia, poseedora de muchas tierras no hace algún siglo…


También entre la tierra y el cielo seguimos camino.

Así llegamos a la zona vinícola de O Ribeiro. Entre las pistas y caminos de las diferentes bodegas la trail se mueve con soltura. Pese a la luz cenicienta del día las hojas de estas cepas vendimiadas hace un mes, se despiden a lo grande.



 

Ya estiraremos la moto al regresar por autovía, ahora tocan marchas cortas y bajas revoluciones.



Dejamos estas viñas con el olor a vino fermentando que emana de sus bodegas y nos dirigimos a la localidad de Leiro. Antes nos detenemos en su puente medieval.

Alcanzamos la orilla del río Avia que rodea a esta villa.


O Salgueiral (bosque de sauces) invita a la calma.



Inevitable no querer cruzar el Avia por el viejo pontón de piedra, aunque da un poco de pudor hacerlo con la moto. Esto es para caminar, compartir y charlar de lo humano y de lo divino, por este orden.


 
Quedan 25 km de autovía hasta casa. Acercándonos a la moto para volver sabemos que la ruta
 ha terminado pero la gratitud prosigue.

:ch)

Octubre 2019

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