O Courel, trail en otoño

 

En un par de días el radio de movimientos se verá acortado. Salimos a con la moto a disfrutar, si así se le puede llamar a rodar casi 100 kms entre nieblas a 1º bajo cero.


Superando una triste Triacastela sin peregrinos, cede la niebla y no así el frio. Pero ya es otra cosa.



Ya por pista vamos ascendiendo a la serra do Oribio. Estamos en nuestra salsa y tan gusto.



Divisamos y alcanzamos una de sus cumbres, el alto da Polvoreira. Queda pendiente investigar el origen del topónimo…



Disfrutamos de las guapas vistas, mientras padecemos el viento helado. Luego seguimos por el cordal de la sierra.




Entre las nubes bajas nos metemos en la zona de un parque eólico paralizado cautelarmente. Quizás nunca se debió iniciar este ilógico. movimiento de tierras en una zona protegida.




Por una divertida pista abandonamos el triste desaguisado. La K60 trasera tiene ya poco taco y desliza en exceso pero el Anakee Wild delantero ofrece más aplomo.




Desembocamos en el asfalto que nos lleva por Teixeira do Courel. Luego intercalando alguna incursión por lo marrón, atravesaremos el río Lor.






Un ascenso por carretera, tras pasar por las ruinas del castillo de Carbedo, nos lleva al Alto Do Couto.





Allí, a los pie del la máxima cota del Courel (Pico Formigueiros 1643 m) damos cuenta de las vituallas.



Comedor con vistas.


Ya reanimados comenzamos una pista que lleva a varias devesas. Se denominan así en Galicia los bosques  de tipo atlántico orientados al norte. Suelen estar en laderas empinadas y son muy húmedas.



Devesa de Romeor. Estos bosques protegen corzos, martas, comadrejas, turones, garduñas, gatos monteses y lirones.



A continuación rodamos por la devesa del Faro. Este espectáculo solo se puede ver unos pocos días al año. Hay que detenerse a menudo a disfrutarlo.




Entre lo divertido que es ir al manillar de la moto y la vistosidad de la naturaleza, el tiempo pasa volando.


Como queda poca arena en la parte superior del reloj, toca abandonar estos bosques.



Tomamos el asfalto y en dirección sur bajamos el alto pasando por Visuña y Ferramulin, auténticos aldeas de montaña.





Por un frágil puente atravesamos el río Selmo en su fluir hacia León y me detengo en una centenaria edificación. Viendo el grosor del esquisto de su tejado, el grosor de sus muros y de sus vigas de madera interiores debe ser considerable.




Breve parada en A Seara, atrayente pueblo con una cascada entre sus dos barrios.



Poco más, camino de vuelta después de hacer una amplia ruta...

...que se hizo corta.


:ch)

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