Trail...dentro de un límite, claro.

 

Salimos de ruta sabiendo que la distancia mas lejana será de diez kilómetros.Parece poco, pero es infinitamente mejor        para la salud física y psicológica que quedarse en casa.


Pronto nos damos cuenta que tiremos por un lado u otro, vamos al mismo sitio.



Descendemos hasta la confluencia de los ríos Miño y Barbantiño donde está la frontera que legalmente y responsablemente (aunque nos toque algo las narices) no podemos sobrepasar.



Dejamos el asfalto. Alguien sabe disfrutar de su huerto viendo crecer lo que sembró sentado en su trono de hipermercado.



Al lado de la pista nos topamos con el Penedo do Coto.


La construcción de una autopista la reubicó aquí. Los petroglífos grabados en ella datan de la edad de bronce. Esculpieron esta piedra unas gentes hace unos cuatro mil años…

Aun falta mucho tiempo pero la primavera ya manda su avanzadilla.


Recorremos una divertida pista paralela al Barbantiño por el decorado...y lo resbaladiza. 




Y nos volvemos a topar con historia en las piedras. En A Ferradura están grabados los pies de jefes celtas de diferentes tribus.



Seguimos haciendo un circulo ahora por un magnifico bosque. Es tan mullida la pista que conviene tener tacto con el gas para no ararlo y marcarlo con absurdos derrapes.



Nos detenemos ante dos ejemplares de castaño que evidencian la existencia de la resurrección; o si se tiene una espiritualidad mas abierta, de la reencarnación.




Cuando se está disfrutando mucho, el tiempo pasa volando. Y este es el caso.



Ya de regreso tras atravesar un arroyo, nos detenemos un instante en una casa rectoral abandonada. La antigua cama del cura parece levitar sobre los establos.





Anochece y comienza a lloviznar. Es un buen momento para coger esa pista que en cinco minutos nos llevará a casa.


La moto puso el elemento Fuego, el Aire, Tierra y Agua ya estaban ahí. Esperándonos.

:ch)

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